I want it all


Claro, pensaba mientras me ponía a cocinar. Claro, asentía apagando la vitrocerámica. La plancha debía de enfriarse, así que me he quedado absorta mirando por la ventana. Por mucho que yo sea así, no puedo exigirle a los demás que sean igual. Partiendo del punto de que todos nos respetamos, centrándome más en las diversas formas de mostrar egoísmo, que hay muchas, me temo que demasiadas, soy de las que se criaron para que fuera poco dependiente. Aclarémoslo: me educaron de manera que yo estuviese ligada a los valores de la amistad y la familia (siempre prevaleciendo la familia, god knows) pero de algún modo mi madre hizo que me cerrara y que mi grupo de amigos se reduciera a unos pocos, poquísimos. Luego, con el paso del tiempo, hice más. Pero sí, soy muy desconfiada y no es una novedad, lo seguiré siendo siempre. Ya que lo soy en muchos de los aspectos de mi vida, con todas las personas, me cuesta confiar que la gente haga lo mismo que yo, cuando considero que yo estoy haciendo lo correcto, en general.

Así que si yo me comporto de tal manera, si yo le hago un favor a alguien no diciendo esto o haciendo aquello, tampoco puedo esperar que los demás estén dispuestos a hacerlo. Tengo grandes amistades en las que confío, eso desde luego. Pero también por cómo nos hemos desarrollado, yo comprendo que soy más flexible para ciertas cosas, y para otras no, y que aunque a veces no tenga ganas de entender por qué x me jodió, debería.
Pero sí, a todos se nos permite ser egoístas.
Sólo que todavía no he asumido los comportamientos de ciertas personas que me rodean, simplemente no se me ocurriría hacer ese tipo de cosas, porque ellos no lo ven mal, porque todo es muy relativo, y porque hay maneras y maneras de decir y hacer las cosas.
Todavía no lo he asumido y a veces me sorprendo con las situaciones que me encuentro.
Imposibles, vaya. Pero cada persona es, y actúa diferente. A ver cuándo empiezo a asumirlo de verdad, que ya va siendo hora.

y ahí va


con su melena morena larga,
camina con vaqueros ajustados.
Pero su cara sólo era pendientes.

She keeps waiting.
Su amigo le regaló la última página.
Los faros de los coches iluminaban sus rostros.
Decidió esconderse, pero aún así él vislumbró sus dos
enormes pendientes, y la encontró tímida, dibujando con la yema de sus dedos sus últimas, palabras.

Digital me


Se lo pensó dos veces, antes de empezar a escribirte.
Quiero volver a empezar, como siempre, siempre en el mismo ciclo, siempre invisible, siempre vacía, siempre transparente.
Me recojo el pelo y encuentro la manera de despistarme, de querer estar dentro de este mundo y a la vez de poder navegar entre recuerdos, y trato de desviar la conversación, de sonreirte y hacerte creer que estoy aquí, contigo.
Pero ¿sabes? por mucho que me quede embobada mirando a través de la ventana, no tengo tacto para encontrarte y una y otra vez tropiezo con la pared invisible. De verdad quiero querer estar aquí y vivir así. Una y otra vez, vuelvo a decir que necesito volver a empezar, cambios, cambios, que algo va mal.
Me quejo y aunque me canse a mí misma, me aborrezca, sé que por mucho que toque el cristal seguiré estando tras él.Y tú desde fuera me saludas, con una sonrisa.
Y te la devuelvo, congelada en mi presente.
Estática, no encuentro las palabras que significan quiero verte, y trato de estar. Pero ni aquí ni allá, ni en el mundo volátil y eternamente cambiante, ni aquí, ni contigo, ni sin ti. Ni hola ni adiós.
Ni creo ni supongo.
Estática.
Digital me.

Anduve

Hoy anduve.

De repente, me sumergía en el asfalto y me dejaba llevar por un impulso invisible, avanzando, cayendo.Sonó un agudo pitidito y vi un pajarito estrellándose contra una puerta. Me acerqué, curiosa.Sobre el árbol del patio de la casa, la mamá lo llamaba, pero el pajarito no podía volar, sólo saltaba, de un lado a otro, piando desesperado. Yo contemplaba la escena con los brazos cruzados, pensativa. Pero cuanto más arremetía el pájaro una y otra vez contra la puerta, más me entristecía yo.


¿ Lo cogía? Ya casi me imaginaba el tacto de sus plumas removiendose entre mis dedos.¿ Y qué haría? ¿Subirlo hasta allá arriba? ¿dejarlo sobre la puerta? ¿Y si se caía y se hacía todavía más daño? ¿Debía dejar que la naturaleza siguiera su curso?
Me sentía totalmente impotente. Triste porque no podía hacer nada por solucionarlo, y porque dolía ver cómo el pajarito llamaba desesperadamente a su madre.
De repente, en uno de esos saltitos inocentes, se metió debajo del coche. Intrigada, me agaché y lo observé piando y piando, brincando en la oscuridad y chocando contra la parte baja del automóvil.
Deseé meter la mano y sacarlo, quedarme aliviada dejándolo cerca de su madre y pensando que así había hecho lo correcto.Pero no lo hice, porque era imposible. La sensación de alivio quedaba totalmente fuera de mi alcance, así que me fui, di media vuelta pensando.
Volví, claro.
No lo vi, así que cuando me dirigía para mi casa de nuevo, me lo encontré en la acera, todavía luchando por conseguir juntarse con su madre. Juro que me dieron ganas de llorar.

Pura impotencia, supongo.

El placer de las naranjas.

Hablo en serio.

Era una especie de proyecto, quería hacerme una foto, más bien un vídeo tenía pensado.Aunque antes de esto, debería hacer una reflexión o simplemente recordarme por qué me gusta tanto y por qué quiero guardarlo.

Lo habitual es comenzar a pelar una naranja con el cuchillo en círculos, intentando hacer las tiras lo más largas posibles para facilitar la tarea. Luego, se parte la naranja en trozos y se come, quizá sólo por la mitad, o en pequeñas porciones, pero al fin y al cabo, la partes y te la comes.
Sin embargo, a veces me cuesta pelarla, voy a trompicones o incluso el filo del cuchillo roza mis dedos,no me corto pero casi.
Lo bueno es, que una vez conseguido, a Paloma le encanta comerse lo blanco y que algunos califican como insípido, que se queda entre la piel y la propia naranja. Lo hago por separado, primero lo blanco con tonos anaranjados y luego ya la naranja en sí.

Pero, una vez acabado el proceso de "limpieza" por así decirlo, Paloma muerde la naranja como una manzana, bueno, no exactamente. Me gusta incrustar mis palas en la naranja, atravesarla con los dientes y una vez hecho, absorber el jugo. No es un proceso muy vampiril, ni nada por el estilo, es la mejor forma de comerse una naranja. Si cierras los ojos puedes sentir el sabor ácido que se va colando en tu boca. Es perfecto. Además, puedo tardar una hora en terminármela porque me instalo en ese momento, en el gusto por la naranja, su sabor y su color.
Confieso que no siempre me la he comido así, ni mucho menos.
La primera vez fue en la cocina, haciendo compañía a mi madre mientras estudiaba. El flexo iluminaba parcialmente la mesa y yo me refugiaba un poco en la oscuridad con mi nuevo descubrimiento.

Puede parecer una tontería, puede parecer una simple forma más de tomarse una naranja. Claro que lo es. Pero en el fondo, me encanta. Y eso, lo convierte en un placer, el placer de las naranjas.

retro-visión

Quizá sólo buscaba el tacto de una flor.

O quizá no. Lo que sí es seguro es que no lo encontró. Pasaron los días, las noches y los azules.Se soprendió, de repente. No recordaba haber vivido aquello antes. ¿Antes? preguntó él. Ella bajó la mirada, azorada. Sí sabía contestar, sí tenía las palabras en el paladar pero dejó que su veneno permaneciera en su piel. No lo entendería, o mejor dicho, no querría entenderlo. Pestañeó y volvió a encontrarse con su mirada gris. Él creyó entenderla y dio un vuelco a la conversación. Sin duda, ella fue capaz de fluir a través de sus preguntas y volvió a mostrarse cariñosa, simpática, agradable.
Y receptiva, eso siempre. Aprovechó un silencio para sonreír y darse por satisfecha, al segundo, se reencontró con él.
Y continuó tras la máscara. Envenenada. Él no querría saberlo, él no querría conocerla. Ni siquiera saber qué pensaba. Como siempre, se idignó ella.