Qué más da que las nubes se codeen con luces de neón.

Hoy, y quiero dejar bien claro que sólo hoy,estoy dispuesta a soportar el martes 13. Y todo lo que el fatídico día conlleva, que no pasa nada, Paloma, que no pasa nada.
¿Y qué si no todo es como lo habías planeado?¿Y qué si te hicieron daño?Te lo harán,igual que también te harán sentir bien.
Me alejo de la imagen del equilibrio, bien y mal, blanco y negro. Básico pero anticuado. Totalmente prescindible. Aunque todavía pueda pensar sobre el teclado, paralizarme ante la cantidad de letras que se dibujan ante mí,¿en cuáles debo dejarme caer?Creo que hoy es un día señalado, porque ha brotado una nueva sensación, se ha gestado en mí una emoción completamente nueva, que parece componerse de alegrías pasajeras, como un combinado de momentos nostálgicos pero agradables.

Ha conseguido que recupere la intensidad, la intensidad de vivir y eso, es lo más importante.Miro de nuevo el teclado y asiento, porque no tengo una taza de café a mi lado, ni siquiera son altas horas de la madrugada y esto es producto del insomnio. Nada de eso, hoy escribo aquí con el corazón, corazón de nueve y media.Porque, inesperadamente, me siento esperanzada, con ganas de saber, de curiosear, de criticar, de hablar, de discutir, de pensar, de reaccionar, como un niño que tiene ante sí una enorme pelota.
Quiero ser dinámica, moverme, elevarla y sonreír al abrazarla de nuevo, volver a lanzar, allá, hasta arriba, hacia el cielo.Qué más da que las nubes se codeen con luces de neón.

Optimismo, al igual que otros días me encuentro sola, cabizbaja, esperando.
Aunque, claro, todavía queda Penélope. (Deja ya de tejer sueños en tu mente...)


Regreso

Ya se ha terminado. El verano, digo.
Vale, hasta aquí todo correcto.¿Y ahora qué?
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La verdad es que no sabía si culparle a él o al de más allá. En un principio, estaba casi segura de que era un tontería sacar el dedo inquisidor y ponerme a sonsacar los trapos sucios (porque, ya se sabe, el pequeño resorte del rencor se acciona en cuanto menos te lo esperas y hay que estar preparada mentalmente para desactivarlo o para dejarlo vivir) pero estaba harta. O al menos, me sentía harta, fastidiada. A veces te despiertas y lo primero que ves con los ojos entornados es el techo blanco manchado.¿De qué? De mierda. Porque aunque no esté ahí, sabes que tu mente está proyectándola, como una diapositiva, una enorme mancha negra que se mueve, sinuosa, desenrrollando sus tentáculos para expandirse. La notas latir y te levantas. Mamá dice algo y le gruñes. Luego te lo repite, una y otra vez, y aunque no le prestes atención, oyes los mismos sonidos, no los descifras, no quieres interpretar nada de nadie, sólo una y otra vez esos sonidos asquerosos que parecen adherirse a tu cabeza y permanecer ahí, resonando, impactando contra tu cráneo, una y otra vez.



Dios santo, qué martirio.
Mamá se muestra contrariada porque no entiende qué haces.¿Cómo que qué hago?¿CÓMO QUE QUÉ HAGO? Adaptarme, mamá, un día más adaptarme.
Y es que a veces parece imposible seguirle el ritmo al resto del mundo.