Pero ya está.
Todo es empezar.
Siempre me hizo gracia aquello del cuento de nunca acabar. Como dibujar espirales y espirales en un papel para evadirte de la clase. Lástima, el efecto hipnótico que transmite en las películas no consigue transportarte al más allá, a la dimensión más alejada de una anodina y soporífera clase. Pero, ¿por qué no quieres estar allí? ¿Qué te impide levantarte e irte? Mira que eres caprichosa.
Haciendo una fantástica y elegante alusión a La lentitud de Kundera, he redescubierto el placer de la lectura. Lo tenía abandonado por aquello de la universidad, uy sí, los trabajos que me llevan de cabeza todo el día para aquí y para allá. Sandeces. Subnormalidades. Auténticas chorradas. Siempre hay tiempo para leer. El ordenador y todo el vasto (y basto, en muchas ocasiones) que puede ofrecer lord Internet ha hecho que pierda bastante el norte.
Paso de escribir cosas basadas en decepciones reales/no-reales y frustraciones en una cutre pero encantadora libreta de cuadraditos, a transcribirlas en un blog, cutre también. Soy el maldito y vomitivo ejemplo de la adaptación a las nuevas tecnologías, distanciándome de lo que siempre me ha gustado mucho y que me ha aportado cosas a nivel personal, como es el placer de la lectura.
Volviendo a Kundera, hablaba sobre Epicuro y subrayaba algo que el polvo había carcomido en mi memoria. No se trata pues, de vivir eternamente bajo el jolgorio, la fiesta y las risas socarronas, con un culto al cuerpo contínuo y sed de borrachera. Nos enfocamos, con mirada microscópica, en los placeres más mundanos y próximos que vivimos cada día. Paso de sonar a libro de autoayuda y paso completamente de realizar un eslogan tipo "vive cada segundo de tu vida, oh yeah, carpe diem". Sinceramente, no. La vida no es maravillosa, todo fuego pasión y sonrisas entrelazadas. Ni tampoco es quedarse sentada en el alféizar de la ventana, ponerse estados en el tuenti que provoquen una oleada de los famosos "tíaaaa, qué te pasaaaaa????? :(" ni proclamar que hay una conspiración para matarnos a todos. Los extremos me asquean, lo siento.
Si hablamos de esos placeres moderados que no alteran a los demás, no suponen un allanamiento del espacio vital podemos encontrar una fórmula a la que recurrir en momentos de soledad. Y digo esto, porque cuando yo personalmente me cabreo o experimento una de mis fases de "reseteo", donde intento recolocar las cosas o encajar un golpe, me aíslo completamente. Es una manera personal de pausarlo todo, porque no puedo seguir interactuando, conviviendo y comportándome igual, de manera más o menos lineal, si noto que dentro de mí hay algo en plena ebullición. Llámese cambios, llámese revelación divina, llámese bajones emocionales, lo que sea.

Así, volviendo de estos pequeños estancamientos personales, si uno recuerda levemente una de estas cosas que te hacen sonreír o simplemente, te complacen, se lleva mucho mejor el asunto. Los placeres de los que habla Kundera, haciendo referencia a Epicuro son aquellos personalizados, como un día de lluvia o un buen tazón de sopa de letras a las doce de la noche.
Y dios quiera que sean ellos los que reinen mi vida. Amén.