Dejé de rezar hace tanto, me decía, que ya no tengo a quién echarle la culpa.
Yo lo miraba expectante, ávida de conocimiento, necesitaba que me diera una sólida razón, un sentido al que aferrarme para que entre mis lamentos pueda vislumbrar de una vez por todas un recuerdo que convierta en sonrisas los malos momentos, en destello el amargo sabor que se instala en mi paladar cada vez que pienso en ti.
Era un verdadero placer conversar con él porque sabía en muchos de los casos de lo que hablaba y eso me tranquilizaba, ¿a quién no?. Llovía afuera y las gotas se deslizaban por el cristal, así que cuando giraba la cabeza para evadirme y poder resguardarme bajo sus palabras, para poder saborearlas entre el aroma del café con leche que tanto me agradaba, sólo me encontraba con una realidad distorsionada.
-¿ Y tu paseo con tu padre, qué tal?.
Asentí, volví a mirarlo.
-Muy reconfortante.Mucho, en un principio puede ser un verdadero coñazo porque te cuenta las batallitas que pides y las que parece que se escondan detrás de cada maldito adoquín de la calzada. Ya le conoces, le encanta deshilar la madeja hasta el final.
Lo miré para ver si prestaba anteción y allí estaba, llevándose la taza a los labios y sonriéndome. Era un verdadero placer estar a su lado.
- Lo que decía, vaya - se me escapó una sonrisa- se enreda y se desenreda, le encanta hacer guía turística por lo que fue el pueblo de su infancia. Ya sabes, " por esta rampa me caí", "aquí es donde jugaba yo con la pelota", "vivía la tía Avelina en esta casa pero se tuvo que mudar porque era la más vieja de todas".Pero aunque reconozco que desconecto con mucha frecuencia porque me pierdo entre las conexiones y en mi imaginación se dibuja como una - hice un gesto en el aire, pintando con la yema de mi dedo un rectángulo - como una puerta que conduce a un terreno mucho más, bueno, sí, interesante, por así decirlo, pues, lo que te decía, a pesar de eso me encanta saber que le ilusiona contarme estas cosas.
-Entiendo- repuso-, sólo con que le acompañes se siente feliz.
-Exacto- asentí, enérgica- es increíble cómo se le ilumina el rostro cuando le pregunto si va a ir a pasear al pueblo. Cuando salimos de casa siempre se mete conmigo y con mi "trote cochinero", se burla un poco y en seguida sonríe. Y no es como esta mueca que se me dibuja cuando algo me hace gracia, es pura ternura, es para deshacerse, abrazarlo y decirle 500 veces seguidas te quiero.
- Ya, ya. Sé a qué te refieres.
En este punto de la conversación, si hablara con otra persona, no le habría creído. No es tan fácil de entender, no es tan fácil de visualizar. Pero siendo quien era, no podía cuestionarlo, lo sabía perfectamente, él, dueño de las palabras.
-¿Y alguna vez le has dicho lo mucho que te gusta estar con él? ¿Aunque solo sean paseos esporádicos? Encontrar un ratito en el que poder tener conversaciones con tu padre, como en la película.
-Sí, sí - reí-, yo también pensé en la película, es total. Pero claro, claro que lo hago, cada día discutimos sobre algo, la semana pasada el tema fue el coche, cómo calé la maldita chatarra mil veces y la diferencia entre cambio de sentido y cambio de dirección.
Levantó las cejas, sabe que me encanta bromear.
- Pero- continué -, por ejemplo, hoy tocaba hablar sobre las palabras que utilizo como insulto, véase becerro, cazurro y otros fósiles.Y esa conversación que podía haber durado cinco segundos, se dilató hasta llegar a la hora y nos recreamos en anécdotas y otras tonterías, se atrevió incluso a hacer alguno de esos chistes que me sacan de quicio, o mencionó batallitas de su infancia relacionadas con el léxico. Era, no mágico, pero sí precioso. Como una conexión - y encerré entre mis dedos una bola invisible- que lograba unirnos a los dos con fuerza.Adoro estos paseos, con ellos puedo demostrarle lo mucho que le quiero.
Hablé tanto que tuve que humedecerme los labios y darle un buen trago al café. Me fijé en el paraguas amarillo de la chica pelirroja que se refugiaba bajo el toldo. Era monísima.
- No vamos a hablar de lo de siempre porque sé que estás cansada.
Oí cómo se había puesto serio, su tono era diferente y parecía que sus palabras estuvieran hechas de fuego, con sus destellos rojizos que se enroscaban en el aire y dejaban una nube de cenizas tras su paso. No quise mirarlo, maldito dragón, cómo me conoce.
-Pero ambos sabemos que tarde o temprano vendrás, llorando.Querrás que te escuche y sabes que lo haré encantado. No lo sabes, lo sientes, lo visualizas perfectamente, aunque hagas como que no me escuchas.
Apretaba los labios y la miraba, a ella, a la joven que llamaba desesperada por su teléfono móvil. Quise estar al otro lado, quise irme con ella de compras, deseé que me invitara al cine, que tuviéramos cualquier conversación superficial. Lo que fuera, pero no estar ahí dentro, viendo de soslayo cómo la verdad serpenteaba hacia mí. Oí un ligero suspiro pero supe que era una breve pausa.
-Necesito que te abras y no haré burdas metáforas porque sé que contigo no funcionan. No pienso ilustrarte el significado de nada porque entiendo que siempre nos hemos comprendido a la perfección y sería muy injusto por tu parte que me exigieras un sermón. No lo vas a hacer, así que necesito, y ahora te lo digo completamente en serio, que dejes de hacer como que no me escuchas y me mires.
La chica dio media vuelta, metió el móvil en su bolso y corrió para adentrarse en la ciudad desdibujada.
- Bueno, ya se ha ido.
Seguí sin girarme, porque era incapaz de decir nada.
- Me hago mayor, lo sabes. Pero todavía sigo aquí.
Mierda, se acercaba la conclusión, no quiero oírlo. A continuación habló, pero no lo oí, pude meterme de lleno entre la gente y escapar durante lo que pudo ser, quizá, un minuto, dos tal vez.Sin embargo, un dulce aroma me trajo de vuelta.Y por fin lo dijo, aquello que llevaba latiendo dentro de mí desde hacía tiempo, como Jumanji, lo sentía removerse entre mis arenas, contudente, un estruendo que resonaba dentro de mi propia caverna.
Me cogió dulcemente de la mano, me miró a los ojos, mientras yo temblaba visiblemente porque no podía contenerme, el dolor de sus palabras ya había penetrado en mis venas, con el suave contacto de su caricia ya notaba las lágrimas que empezaban a asomarse tímidamente.
- Pasa página.
Yo lo miraba expectante, ávida de conocimiento, necesitaba que me diera una sólida razón, un sentido al que aferrarme para que entre mis lamentos pueda vislumbrar de una vez por todas un recuerdo que convierta en sonrisas los malos momentos, en destello el amargo sabor que se instala en mi paladar cada vez que pienso en ti.
Era un verdadero placer conversar con él porque sabía en muchos de los casos de lo que hablaba y eso me tranquilizaba, ¿a quién no?. Llovía afuera y las gotas se deslizaban por el cristal, así que cuando giraba la cabeza para evadirme y poder resguardarme bajo sus palabras, para poder saborearlas entre el aroma del café con leche que tanto me agradaba, sólo me encontraba con una realidad distorsionada.
-¿ Y tu paseo con tu padre, qué tal?.
Asentí, volví a mirarlo.
-Muy reconfortante.Mucho, en un principio puede ser un verdadero coñazo porque te cuenta las batallitas que pides y las que parece que se escondan detrás de cada maldito adoquín de la calzada. Ya le conoces, le encanta deshilar la madeja hasta el final.
Lo miré para ver si prestaba anteción y allí estaba, llevándose la taza a los labios y sonriéndome. Era un verdadero placer estar a su lado.
- Lo que decía, vaya - se me escapó una sonrisa- se enreda y se desenreda, le encanta hacer guía turística por lo que fue el pueblo de su infancia. Ya sabes, " por esta rampa me caí", "aquí es donde jugaba yo con la pelota", "vivía la tía Avelina en esta casa pero se tuvo que mudar porque era la más vieja de todas".Pero aunque reconozco que desconecto con mucha frecuencia porque me pierdo entre las conexiones y en mi imaginación se dibuja como una - hice un gesto en el aire, pintando con la yema de mi dedo un rectángulo - como una puerta que conduce a un terreno mucho más, bueno, sí, interesante, por así decirlo, pues, lo que te decía, a pesar de eso me encanta saber que le ilusiona contarme estas cosas.
-Entiendo- repuso-, sólo con que le acompañes se siente feliz.
-Exacto- asentí, enérgica- es increíble cómo se le ilumina el rostro cuando le pregunto si va a ir a pasear al pueblo. Cuando salimos de casa siempre se mete conmigo y con mi "trote cochinero", se burla un poco y en seguida sonríe. Y no es como esta mueca que se me dibuja cuando algo me hace gracia, es pura ternura, es para deshacerse, abrazarlo y decirle 500 veces seguidas te quiero.
- Ya, ya. Sé a qué te refieres.
En este punto de la conversación, si hablara con otra persona, no le habría creído. No es tan fácil de entender, no es tan fácil de visualizar. Pero siendo quien era, no podía cuestionarlo, lo sabía perfectamente, él, dueño de las palabras.
-¿Y alguna vez le has dicho lo mucho que te gusta estar con él? ¿Aunque solo sean paseos esporádicos? Encontrar un ratito en el que poder tener conversaciones con tu padre, como en la película.
-Sí, sí - reí-, yo también pensé en la película, es total. Pero claro, claro que lo hago, cada día discutimos sobre algo, la semana pasada el tema fue el coche, cómo calé la maldita chatarra mil veces y la diferencia entre cambio de sentido y cambio de dirección.
Levantó las cejas, sabe que me encanta bromear.
- Pero- continué -, por ejemplo, hoy tocaba hablar sobre las palabras que utilizo como insulto, véase becerro, cazurro y otros fósiles.Y esa conversación que podía haber durado cinco segundos, se dilató hasta llegar a la hora y nos recreamos en anécdotas y otras tonterías, se atrevió incluso a hacer alguno de esos chistes que me sacan de quicio, o mencionó batallitas de su infancia relacionadas con el léxico. Era, no mágico, pero sí precioso. Como una conexión - y encerré entre mis dedos una bola invisible- que lograba unirnos a los dos con fuerza.Adoro estos paseos, con ellos puedo demostrarle lo mucho que le quiero.
Hablé tanto que tuve que humedecerme los labios y darle un buen trago al café. Me fijé en el paraguas amarillo de la chica pelirroja que se refugiaba bajo el toldo. Era monísima.
- No vamos a hablar de lo de siempre porque sé que estás cansada.
Oí cómo se había puesto serio, su tono era diferente y parecía que sus palabras estuvieran hechas de fuego, con sus destellos rojizos que se enroscaban en el aire y dejaban una nube de cenizas tras su paso. No quise mirarlo, maldito dragón, cómo me conoce.
-Pero ambos sabemos que tarde o temprano vendrás, llorando.Querrás que te escuche y sabes que lo haré encantado. No lo sabes, lo sientes, lo visualizas perfectamente, aunque hagas como que no me escuchas.
Apretaba los labios y la miraba, a ella, a la joven que llamaba desesperada por su teléfono móvil. Quise estar al otro lado, quise irme con ella de compras, deseé que me invitara al cine, que tuviéramos cualquier conversación superficial. Lo que fuera, pero no estar ahí dentro, viendo de soslayo cómo la verdad serpenteaba hacia mí. Oí un ligero suspiro pero supe que era una breve pausa.
-Necesito que te abras y no haré burdas metáforas porque sé que contigo no funcionan. No pienso ilustrarte el significado de nada porque entiendo que siempre nos hemos comprendido a la perfección y sería muy injusto por tu parte que me exigieras un sermón. No lo vas a hacer, así que necesito, y ahora te lo digo completamente en serio, que dejes de hacer como que no me escuchas y me mires.
La chica dio media vuelta, metió el móvil en su bolso y corrió para adentrarse en la ciudad desdibujada.
- Bueno, ya se ha ido.
Seguí sin girarme, porque era incapaz de decir nada.
- Me hago mayor, lo sabes. Pero todavía sigo aquí.
Mierda, se acercaba la conclusión, no quiero oírlo. A continuación habló, pero no lo oí, pude meterme de lleno entre la gente y escapar durante lo que pudo ser, quizá, un minuto, dos tal vez.Sin embargo, un dulce aroma me trajo de vuelta.Y por fin lo dijo, aquello que llevaba latiendo dentro de mí desde hacía tiempo, como Jumanji, lo sentía removerse entre mis arenas, contudente, un estruendo que resonaba dentro de mi propia caverna.
Me cogió dulcemente de la mano, me miró a los ojos, mientras yo temblaba visiblemente porque no podía contenerme, el dolor de sus palabras ya había penetrado en mis venas, con el suave contacto de su caricia ya notaba las lágrimas que empezaban a asomarse tímidamente.
- Pasa página.
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