Seven days in sunny june

Y dios sabe ahora y sabía en aquel momento que nunca debió decir aquéllo.
Pero quizá fue su encanto
o su sonrisa
o simplemente el pensar en ella, en ella sola, que como una muñeca, danzaba entre nubes y se deslizaba con sus tacones sobre sus propios pensamientos, envenenándolos, consumiéndole.
Pensar en ella, en ella sola, que como un cisne permanecía en el lago decidida, y que al sentirle, a él, que la observaba furtivo entre las cañas, girara su cuello con delicadeza. Sus pequeños ojos sumidos en una sombra oscura se fijarían sobre él.
Pensar en ella, ella sola, que como un árbol se mecía, se estremecía, con su viento. Él soplaba y soplaba y ella se removía, con su compás. Y de su copa no caían hojas sino sonrisas, y abría sus brazos para dejarse querer, para llenarse de melancolía.
Pensar en ella, ella sola, que como un suave día comenzaba con el amanecer rojizo, y que paulatinamente se teñía de un azul cielo, un azul que no parecía tener secretos, transparente, el cual albergaba algodones de diversas formas, alargadas y redondas, que parecían ser llamaradas o dragones.
Pensar en ella, en ella sola, que como un faro solitario esperaba con impaciencia la llegada de barcos que trajeran buenas noticias, iluminándolos, incluso en las noches más frías y guiando junto a sus camaradas las estrellas.
Pensar en ella, en ella sola, que como el jazmín se abría para oxidar con su perfume mil y una noches de verano, como en un sueño, como en oriente, oliendo a esas mil y una noches. Con delicados pétalos pero con una fragancia cautivadora que invitaba a cerrar los ojos para sumergirse en la lejanía.
Pensar en ella, en ella sola, que como la niebla se dispersaba y te envolvía.Así, así le abrazaba, arrastrándolo, conduciéndolo hacia el infinito.
Niebla, pensaba ahora.
Quién pudiera.

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