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Vivir con los ojos cerrados no es más fácil.
Soñabas con despojarte de cualquier materialismo que pudiera colarse entre tus sentidos, cualquier distracción que contaminara tu mirada, pero ni siquiera los sentimientos que deberían desbocarse en tu interior cuando cerraras los ojos serían naturales. Ni te transportarías a mundos paralelos, ni seguirías un instinto, que ya se quedó perfectamente taponado hace tiempo. Nos hemos acostumbrado a pisar suelo y a desplegar unas alas ficticias que apenas gozan de la capacidad sensorial de nuestra piel. Injertos. Estamos desmembrados. Siento y no es más que una interpretación ya preparada, que se desencadena a través del sistema de automatismos que se configuran en mi mente. Así, valoro, actúo y ejecuto como acostumbro, con la razón, o lo que llaman razón entumecida, distorsionada. Los mismos límites que se establecieron para evitar la guerra de todos contra todos ahora son los que nos encierran. Pero es que, Paloma, no queremos vivir como animales, queremos una vida digna, un respeto por los derechos, una defensa sólida hacia la libertad del individuo. Queremos convivir. Me cansé de la ficción y quiero, ahora, volver a la realidad. Y con un suave toque de varita, despertar.

Ánforas por deshilachar


Hablaba hoy conmigo misma. Reflexionaba sobre las palabras, alma cándida, y lo fácil que supone articularlas. O no.
Cuando pienso en "sabiduría" y en mi mente visualizo a una bella Penélope, con rostro cauto y semblante decidido, que deja caer, como quien posa para la eternidad, el agua que todo lo cura, el agua que todo lo arrastra, del cuello de un ánfora milenaria. Los pliegues de una túnica azulada que evocan al sonido del mar, una larga y cuidada melena que simula las olas de un mar embravecido y unos párpados ligeramente cerrados, que buscan la trayectoria del agua que cae describiendo una curva perfecta, sobre la tierra. Con los pies descalzos, un gesto sereno y todo el tiempo del mundo, mi Penélope personalizada vierte toda su sabiduría con una elegancia impoluta, haciendo uso de esa mágica e hipnótica pose griega que inspira admiración sólo con mirarla y deseo, de permanecer entre pergaminos interminables, conversaciones elocuentes y guerras sanguinarias. Y es que cuando pienso en la palabra sabiduría y su portador, siempre se esboza ligeramente esa imagen en mi cabeza. Metafóricamente hablando, por supuesto.

Términos que parecen tan absolutos y perfectos, apenas volubles, apenas vulnerables, como el amor, la tristeza, el odio, la angustia, la tenacidad, la belleza, el miedo, la melancolía y otros que brotan de largos poemas, se me antojaron, hoy, totalmente inermes.Quise extraerlos, sentarme y tomarme mi tiempo, sí, repetiré, tomarme mi tiempo para poder desglosarlos. Me pregunté, entonces, si lo que yo llamaba amor, lo era para los demás. Si incluso lo era para mí, y no era producto de una mala articulación. ¿Merecen llamarse así? ¿Interpreto correctamente lo que siento? Espera, ¿sé interpretar?¿sé qué es lo que siento?



Balbuceé, en mi interior, un "dios mío". Y continué andando, esta mañana, perdida entre turbios pensamientos. No, otra vez lo mismo, miedo. Abrí la puerta del qué puede ser, qué fue y que será y ahora no encuentro el modo de cerrarla. Todavía lo rumio y sigo sin encontrar respuesta. ¿Qué dices que sientes? ¿Por qué afirmo con tanta facilidad que yo también? ¿De verdad te entiendo?¿Debería?
Se abrió el abanico del pasado y una ligera brisa azotó mi memoria. El ejemplo clásico de los colores. Digo yo, decimos todos, que las fresas son rojas, pero apenas sabemos calificar los colores, que no existen adjetivos objetivos para hacerlo (aunque los adjetivos nunca puedan ser estricamente objetivos, pero eso dejémoslo para otro día) y acabas comparándolo con otros objetos que brillan igual, describiendo largas cadenas de cosas. Pero, obviamente, para ti compartirán el mismo color porque eso sí es algo fehaciente, pero quién dice qué color es cuál. Y si donde tú ves azul para mí es verde, y si donde yo veo rojo, como el carmín, tú también lo acuñarás rojo, cuando quizá sea mi naranja.

Así, así, Penélope encuentra un nudo casi imposible de deshacer en la madeja. Y trata de deshacerlo, de destruir, para crear de nuevo, pero al igual que yo, sólo encuentra trozos deshilachados. Desería saber, sin poder denifir con precisión qué quería decir aquello, pero desearía vislumbrar qué se esconde detrás de esta maraña de contratiempos, grietas y moldes que se van puliendo y cambian de forma con el paso de miles de años, o tan sólo en cuestión de segundos. Quería entender, comprender, y no sentirse inmersa en noches interminables que se enmascaran en suaves choques de varas y más de una vez se vio tentada a hacerse con una de esas máquinas que consiguen perfilar y coser, con mucha más eficacia y con menor esfuerzo, su destino, sus pensamientos, su tiempo, su vida. Pero renegó de aparatos, que ya se sabe que los carga el diablo, para entregarse de nuevo al roce de sus manos, que se entrecruzan segundo tras segundo, minuto tras minuto, noche tras noche, y que paulatinamente se van deteriorando. Como yo, que busco una distracción que consiga evadirme mientras mis manos se van entrelazando, de manera invisible, segundo tras segundo, minuto tras minuto, noche tras noche, para poder tejer mi destino, mis pensamientos, mi tiempo, mi vida, para poder tejerme a mí misma.

Insomnia

Cansada, habiendo rozado los límites de la exageración, devastada, exhausta y con cierto aspecto fantasmagórico, se decidió a enterrar de una vez por todas los prejuicios, las evasiones permanentes, los bostezos irreverentes y las ensoñaciones profundas. Buscó con su mano curiosa un psicotrópico con el que maquillarse los párpados, sombras azules hipnóticas inundaron su rostro y sintió latir al dragón que se escondía bajo sus escamas. Garabateó, con pereza, un intento de "caos"en un papel, para más tarde retorcerlo y verlo caer en la papelera. Quiso recurrir a los orígenes y mirarse ante el espejo para que la mujer que siempre quiso ser le devolviera la mirada, coqueta. Pero entre parpadeo y parpadeo no encontró ni mariposas del olvido, ni recuerdos entrelazados, ni sonrisas ladeadas. Se pasó la lengua por los dientes y se inclinó ligeramente para terminar el ritual. Deslizó el lápiz de ojos hasta perfilar su contorno, se mordió los labios una última vez.

Y se entregó al poder de la noche, a sus sombras, a la alevosía, a un devenir bastante predecible, pero al carácter perfectible del momento, y hundió sus finos tacones en la alfombra que le conducía a una experiencia posiblemente superflua, vacua o quién sabía, quizá gloriosa, demoledora e increíblemente deliciosa. Ella no lo sabía pero tampoco quería saberlo. Abrió el bolso con un suspiro para hacerse con el perfume que le arrastraría a horas llenas de susurros, frases inconexas y atrevimientos. Pasó uno de sus finos dedos por sus labios, tatuando en ellos una invitación, que, rechazada o no, esperaba el momento idóneo para materializarse, entre humo y chispas, para dejar la chistera vacía.

Idilios íntimos


Detrás de la puerta no hay nadie. Él se acerca sigilosamente y pega su oreja a la madera. No se oye ni un alma, que diría mamá y aún así desliza su mano por la plancha, para encontrarse con las asperezas, los relieves imprevistos y los recuerdos que quedaron sellados. Cierra los ojos, para transportarse lejos, lejos de casi todo, y se humedece los labios, concentrado. Miel, piensa. Suavemente las yemas de sus dedos comienzas a dibujar figuras en las arenas movedizas. Miel. Y sus dedos se sumergen en un líquido viscoso lentamente. Dorada, la miel es dorada. Pasa la lengua por sus dientes y ahí está, empalagosa, densa y dulce, muy muy dulce, demasiado, porque sus dientes comienzan a temblar. Intenta hablar, pero decide barnizar la puerta con su lengua y sus papilas gustativas se contraen, se resienten al entrar en contacto con la insípida y roída madera. A la mierda, él se pierde entre sus sentidos. Y cuando vuelve a encontrarse con su paladar, cierra los ojos para evocar las olas del mar, los momentos que quedaron resguardados a la sombra, e incluso el olor, el frágil aroma de los días que quedaron estancados en un álbum, en la sonrisa ladeada de mamá, la delicada caricia de la espuma que destruye los primeros castillos que se atrevió a erigir. Por ti, pequeña, por ti. Se atreve a sonreír, todavía detrás de la puerta, y a reír porque se acuerda de tus palabras, tus réplicas y tus otros reproches. Piensa que eres única y deja que su dedo índice se pierda entre las líneas que atraviesan la superficie de la madera, pero no se contenta con el recuerdo, no lo hace, abre la puerta.


9 dice:

¿Estás?



La modernidad y otras cursilerías


Echo de menos un martillazo directo sobre mi cabeza que provoque un estallido, la erupción de un dolor profundo y que se vierta la lava, que me abrase la piel, que se derrame por mis brazos y se enrosque entre mis dedos.

Y poco a poco, estremecerme, sentir el calor, el ardor de los escalofríos, las lágrimas de impotencia, adentrarme en el silencio por un segundo, y volver a notar el latido de un corazón desbocado, patalear con fuerza , break on through to the other side.
Everybody loves my baby
Everybody loves my baby.)

Que vengan, que vengan que los estoy esperando.

Bandera negra

Tú no eres apolítica o agnóstica, tú lo que eres es subnormal.

Estoy bastante cansada de las medias tintas, del sí pero no, del hoy quiero y del mañana querré pero no podré y de otras tonterías. Yo también soy indecisa y pienso en las consecuencias, y sopeso los pros y contras, sólo que no tengo la pizarrita molona de House para demostrarle al mundo que de vez en cuando destripo teorías universales. No, como mucho, con un seis y un cuatro haría la cara de tu retrato.

No hace falta sentarse en una mesa alargada donde bajo tu busto y tus manos entrelazadas haya un cartelito amarillo que indique tu nombre. Ni llevar gafas, ni coleccionar libros antiguos, ni admirar el arte del cinquecento. Ni llevar una pluma en el bolsillo de la americana, un pañuelo con tus iniciales o el fondo de pantalla de tu viaje a Nueva Delhi. Estoy hasta las narices de repetir que no hace falta llevar gafas de nerd, ni ser rematadamente feo, ni ser tremendamente guapo, para tener alguna que otra inquietud. O al menos, para fabricártela.
Es que parece que el exuberante mundo de los pensamientos sólo esté reservado para los más capacitados, aquellos con el cráneo kilométrico o con el ego elefantiásico. Y son, en ocasiones, aquellos que más dicen pensar, que más debaten o meten cizaña, los que menos activan su aparato moldea-y-jerarquiza-tus-ideas, son los que tienen un poster de Reservoir Dogs (ejem), los que leen Hesse en el metro (ejem), o los que fardan por considerar que las pinturas negras de Goya son una delicia a los que se les ha otorgado el legado de la filosofía actual. Hermanos, caminad con aires de superioridad, pues a vosotros se os ha concedido el don de la reflexión y sólo seréis los miembros de vuestra estirpe los capaces, los hábiles, los que verán más allá del reflejo de su figura en el espejo y no le preguntarán, ambiciosos, por la belleza universal, sino por la verdad absoluta. Sólo aquellos que descansan en un parque, al solecito de un banco, con las piernas cruzadas y viendo a la gente pasar serán los elegidos.
Bueno, creo que el mensaje está claro, paso de recrearme más. Y es que todo el mundo puede tener ideas, unos más complejos que otras, también porque unos se preocupan en estimular su creatividad e imaginación, otros aseguran hacerlo, y ya ves a la rubia de pelo erizado delirar mientras espera al autobús. Si es que hay días en los que nos dan arrebatos de lucidez y no somos capaces de valorarlo. Eh, PENSAMOS. Eh, REFLEXIONAMOS.
Y no te creas que lo que diga yo sea cierto, sólo porque entrelazo mis dedos, ni aquel sabiondo que asegura haberse leído la obra entera de George Orwell, ni el palurdo ese de gafas que te mira con aires de condescendencia. Abajo los burgueses de pensamiento.
No pasa nada si pecas de ser un soberbio imbécil, al menos, te atreves a interesarte y no te quedas de brazos cruzados. Escucha, aprende y medita. Poco a poco se irá abriendo ante ti un mundo totalmente nuevo de ambigüedades que te traerá más de un quebradero de cabeza. Y ahí que me quedo yo, placer absoluto. Pero por dios y por la virgen, no te encojas de hombros, no pases del asunto ni asegures que te importa una mierda, al menos, en realidad. Yo también digo que no me interesa algo y voy corriendo a ver de qué estaban hablando porque me sentía estúpida sin poder opinar. No está de más descubrir que eres una completa imbécil, pero al menos, no te quedes estancado en la conformidad. Evoluciona, agnóstico de mierda.