Insomnia

Cansada, habiendo rozado los límites de la exageración, devastada, exhausta y con cierto aspecto fantasmagórico, se decidió a enterrar de una vez por todas los prejuicios, las evasiones permanentes, los bostezos irreverentes y las ensoñaciones profundas. Buscó con su mano curiosa un psicotrópico con el que maquillarse los párpados, sombras azules hipnóticas inundaron su rostro y sintió latir al dragón que se escondía bajo sus escamas. Garabateó, con pereza, un intento de "caos"en un papel, para más tarde retorcerlo y verlo caer en la papelera. Quiso recurrir a los orígenes y mirarse ante el espejo para que la mujer que siempre quiso ser le devolviera la mirada, coqueta. Pero entre parpadeo y parpadeo no encontró ni mariposas del olvido, ni recuerdos entrelazados, ni sonrisas ladeadas. Se pasó la lengua por los dientes y se inclinó ligeramente para terminar el ritual. Deslizó el lápiz de ojos hasta perfilar su contorno, se mordió los labios una última vez.

Y se entregó al poder de la noche, a sus sombras, a la alevosía, a un devenir bastante predecible, pero al carácter perfectible del momento, y hundió sus finos tacones en la alfombra que le conducía a una experiencia posiblemente superflua, vacua o quién sabía, quizá gloriosa, demoledora e increíblemente deliciosa. Ella no lo sabía pero tampoco quería saberlo. Abrió el bolso con un suspiro para hacerse con el perfume que le arrastraría a horas llenas de susurros, frases inconexas y atrevimientos. Pasó uno de sus finos dedos por sus labios, tatuando en ellos una invitación, que, rechazada o no, esperaba el momento idóneo para materializarse, entre humo y chispas, para dejar la chistera vacía.

1 comentario:

nózaroc dijo...

sí, Murakami(:

me encanta eso de "Se dejó la piel en el intento, pero no quiso recuperarla". Con tu permiso, te lo cojo prestado.