Ánforas por deshilachar


Hablaba hoy conmigo misma. Reflexionaba sobre las palabras, alma cándida, y lo fácil que supone articularlas. O no.
Cuando pienso en "sabiduría" y en mi mente visualizo a una bella Penélope, con rostro cauto y semblante decidido, que deja caer, como quien posa para la eternidad, el agua que todo lo cura, el agua que todo lo arrastra, del cuello de un ánfora milenaria. Los pliegues de una túnica azulada que evocan al sonido del mar, una larga y cuidada melena que simula las olas de un mar embravecido y unos párpados ligeramente cerrados, que buscan la trayectoria del agua que cae describiendo una curva perfecta, sobre la tierra. Con los pies descalzos, un gesto sereno y todo el tiempo del mundo, mi Penélope personalizada vierte toda su sabiduría con una elegancia impoluta, haciendo uso de esa mágica e hipnótica pose griega que inspira admiración sólo con mirarla y deseo, de permanecer entre pergaminos interminables, conversaciones elocuentes y guerras sanguinarias. Y es que cuando pienso en la palabra sabiduría y su portador, siempre se esboza ligeramente esa imagen en mi cabeza. Metafóricamente hablando, por supuesto.

Términos que parecen tan absolutos y perfectos, apenas volubles, apenas vulnerables, como el amor, la tristeza, el odio, la angustia, la tenacidad, la belleza, el miedo, la melancolía y otros que brotan de largos poemas, se me antojaron, hoy, totalmente inermes.Quise extraerlos, sentarme y tomarme mi tiempo, sí, repetiré, tomarme mi tiempo para poder desglosarlos. Me pregunté, entonces, si lo que yo llamaba amor, lo era para los demás. Si incluso lo era para mí, y no era producto de una mala articulación. ¿Merecen llamarse así? ¿Interpreto correctamente lo que siento? Espera, ¿sé interpretar?¿sé qué es lo que siento?



Balbuceé, en mi interior, un "dios mío". Y continué andando, esta mañana, perdida entre turbios pensamientos. No, otra vez lo mismo, miedo. Abrí la puerta del qué puede ser, qué fue y que será y ahora no encuentro el modo de cerrarla. Todavía lo rumio y sigo sin encontrar respuesta. ¿Qué dices que sientes? ¿Por qué afirmo con tanta facilidad que yo también? ¿De verdad te entiendo?¿Debería?
Se abrió el abanico del pasado y una ligera brisa azotó mi memoria. El ejemplo clásico de los colores. Digo yo, decimos todos, que las fresas son rojas, pero apenas sabemos calificar los colores, que no existen adjetivos objetivos para hacerlo (aunque los adjetivos nunca puedan ser estricamente objetivos, pero eso dejémoslo para otro día) y acabas comparándolo con otros objetos que brillan igual, describiendo largas cadenas de cosas. Pero, obviamente, para ti compartirán el mismo color porque eso sí es algo fehaciente, pero quién dice qué color es cuál. Y si donde tú ves azul para mí es verde, y si donde yo veo rojo, como el carmín, tú también lo acuñarás rojo, cuando quizá sea mi naranja.

Así, así, Penélope encuentra un nudo casi imposible de deshacer en la madeja. Y trata de deshacerlo, de destruir, para crear de nuevo, pero al igual que yo, sólo encuentra trozos deshilachados. Desería saber, sin poder denifir con precisión qué quería decir aquello, pero desearía vislumbrar qué se esconde detrás de esta maraña de contratiempos, grietas y moldes que se van puliendo y cambian de forma con el paso de miles de años, o tan sólo en cuestión de segundos. Quería entender, comprender, y no sentirse inmersa en noches interminables que se enmascaran en suaves choques de varas y más de una vez se vio tentada a hacerse con una de esas máquinas que consiguen perfilar y coser, con mucha más eficacia y con menor esfuerzo, su destino, sus pensamientos, su tiempo, su vida. Pero renegó de aparatos, que ya se sabe que los carga el diablo, para entregarse de nuevo al roce de sus manos, que se entrecruzan segundo tras segundo, minuto tras minuto, noche tras noche, y que paulatinamente se van deteriorando. Como yo, que busco una distracción que consiga evadirme mientras mis manos se van entrelazando, de manera invisible, segundo tras segundo, minuto tras minuto, noche tras noche, para poder tejer mi destino, mis pensamientos, mi tiempo, mi vida, para poder tejerme a mí misma.

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