14/07/09 con mihi tibi sibi


Tanto hablar del alma, de la esencia y de toda aquella materia etérea que parecía haber tomado un papel trascendental en la vida de todos los que se sentaban alrededor de aquella mesa menos en la suya, le provocó náuseas, quiso salir corriendo de allí para aferrarse al balcón y respirar aire puro, exento de conceptos, imaginación y soberbia.
Quiso hacerlo y por temor a lo que pensaran sus invitados, permaneció con la mirada desviada hacia la ventana, tratando de evadirse buscando entre las hojas una pequeña oruga, o un pájaro que cantara alegremente a la mañana. Pero la primavera no pareció estar de su lado y , aunque hacía un terrible esfuerzo por concentrarse y divagar entre el verde de afuera, se vio incapaz y dedujo que sólo había una manera de continuar.
Esperando.

- ¿Y dónde estás tú, amigo?
El mayor de todos le sonreía mientras jugueteaba con un vaso de whisky, como un gato con su ovillo.
Suspiró, purificando su tono de voz para no delatarse.
- Estoy desnudo en mi cama, señores, observando detalladamente, como quien contempla una rosa e incluso se atreve a rozar sus espinas, mi alma, que yace a mi lado. Blanquecina, casi transparente, apenas perceptible, respira suavemente con los ojos cerrados, aliviándose con el ejercicio del sueño. Afuera, diversas esencias de colores varios motean el paisaje verde, y su canto alegra al sol, quien resurgía tras un manto de conceptos opacos que olvidaban despertar.

Dicho esto se levantó, y tras abrir la puerta comenzó a reírse a carcajadas mientras, sin darse cuenta, respiraba ese aire puro que tanto había extrañado.

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