T'estimo Xavier

Existe un océano de palabras que consigue despertarme con su murmullo, en ocasiones puntuales, y me sorprende besándome los tobillos con las entrañas de todo ese caos, esos remolinos que se forman después de la colisión contínua de cosas sin decir y de versos incompletos. Tal vez, me digo, zambullendo el pie en toda esa fugaz espuma que rápidamente se funde con el resto de agua, no estemos preparados para la existencia de tantas cosas de forma simultánea y por ello las dejamos sin acabar, deformes, imperfectas, tuertas y mutiladas, respirando con el resto de materia que no somos capaces de perfeccionar. Simplificar la realidad, hablar de océanos de palabras, empaquetarlo todo en cajas, diseccionarlo y encerrarlo en frascos de colores, consigue aliviar toda esta incertidumbre incandescente. Sin embargo, vuelve, el calor y los recuerdos irritan la piel porque las cosas siempre van a parar a algún sitio.

No somos capaces de no-existir, y es algo que no solemos encajar del todo, porque simplemente en ocasiones no queremos estar, dibujar un paréntesis que abarque los límites sobre los que solemos nadar. Y ahí es cuando una se da cuenta de que sus olas han chocado con demasiadas piedras y sus arenas acabaron dispersadas en demasiadas vidas. Demasiadas. Sientes que de una forma u otra tu existencia se dilata de una manera incontrolable y que sembraste recuerdos en muchas mentes, que erosionaste muchas pieles, que rozaste un mundo de palabras ajenas y que por mucho que quieras retenerlas, apresarlas, es imposible encontrar el consentimiento para que el resto del mundo te deje en paz. Es una existencia compartida, donde no hay cabida para lo contrario. Y así, cuando chasqueas los dedos para acabar la función, tomarte un respiro lejos del escenario, te preguntas qué sucede ante la inutilidad del truco. No nos queda magia. No podemos desaparecer. La mejor forma de hacerlo es replegarse y desplegarse dentro, permanecer enteramente dentro de tu mente, con un cuerpo adormecido, con un comportamiento autómatico que no requiera mucha atención y así poder concentrarse en el increíble y dulce aroma de un océano repleto de cosas por hacer.



Volví a este recóndito e imaginario lugar, cuando pasé página del libro que me estoy leyendo y encontré tatuado en la esquina superior un "T'estimo Xavier", además de un párrafo subrayado:
"Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. ¿Pero qué le sucedió a Sabina? Nada. Había abandonado a un hombre porque quería abandondonarlo. ¿La persiguió él?¿Se vengó?No. Su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caído sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser."
Una fecha: 8/8/1988 y una firma. Eran datos superficiales, palabras, pero están ahí, y si pasas el dedo sobre el relieve de la tinta azul puedes imaginar historias. A ella, en la cama, leyendo al lado de Xavier y escribiendo estas palabras en un arrebato de ternura, con una sonrisita en los labios. Tal vez había escapado del murmullo y se ocultaba en la cafetería, con el libro que le había regalado él, y le encontró entre líneas, y no pudo evitar dejar impreso lo que sintió al leer ese párrafo. Quién sabe dónde residía la magia que desencadenó todo esto. Yo sólo sé que al leerlo, me estremecí y sonreí. ¿Habrá escrito alguien algo así con tanto sentimiento por mí? ¿Lo haré yo por alguien? Se deshicieron de este libro y acabó en un mercadillo de segunda mano, para terminar en mis manos. Y aún así siento que me es totalmente ajeno, que con esas palabras alguien dejó parte de su existencia allí y que no soy quién para ensuciarla.

Somos a la vez tantas cosas y tan pocas. Tan simples y tan escuetos, nos intentamos resumir y concentrar en una botella, en un cuerpo. Porque nadie quiere descubrir que, en el fondo, forma parte de todo este mar de cosas olvidadas. Qué importa que hayas compartido tiempo con tanta gente, qué trascendencia tienen las palabras, que sabes que nunca acabaron de cicatrizar, ni de cobrar su sentido completo. Cuando descubres que aquellas olas jamás te sumergirán en sus aguas, nunca te arrastrarán en las profundidades porque tenemos un peso que nos mantiene en tierra, pero con los tobillos siempre húmedos. Saber que constantemente compartes parte de ti de manera autómatica, sin que exista ningún escrito, ninguna prueba que certifique que  existe un pleno consentimiento recíproco para formar parte de vuestras vidas. Es como existir completamente, pero estar de manera intermitente. Como formar parte del olvido del mar y a la vez de la solidez de la tierra. Aunque sabes que el devenir de las olas es incontrolable, y que en ocasiones apenas te rozan, y otras te zambullen, al igual que esas arenas que tan pronto ceden bajo tus pies, a veces te ayudan a mantenerte en pie. Todo tan volátil, todo tan leve. Porque aunque pises suelo firme, sabes que el movimiento de océano siempre vuelve.

Y entre toda esa inconsistencia, ese desequilibrio, se dibuja un T'estimo Xavier que puede simbolizar la voluntad de poder, la aceptación de todo este caos que se esboza a nuestro alrededor, la decisión, la superación y la determinación. Porque por encima de todo eso, de las olas, de la arena, de los pies mojados, existen unos sentimientos que pueden desdibujar el paisaje, que no cambian la situación, sino que la hacen completamente llevadera, convirtiéndola en un dulce devenir. Tal vez Xavier esté con ella, entre las olas. Tal vez quiera compartir con ella toda esta insustancialidad, tal vez su compañía sea la única que puede paliar este sentimiento de debilidad. Y así, lidiar de nuevo con el destino. Y así, combatir la insoportable levedad del ser.

Y me despido con la dedicatoria azul en la primera página:
"No se puede envidiar sin odiar. El odio es la pasión que necesita el envidioso".
Escrito un jueves 18 de agosto de 1988.

1 comentario:

Darkarlos dijo...
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