todas las mañanas.


Cabalgo sobre la felicidad más ingenua.Pero a quién le importa, si sólo yo soy consciente de que no hago mal sonriéndome como una tonta.Me levanto por las mañanas con asco de ir al colegio, saludar y fingir que no soy quien soy. Que sigo como siempre, con mi humor de chica que las coje al vuelo pero que otras veces utiliza las tonterías más básicas para ganarse tu respeto. Que continúo en mi línea estudiosa, compaginando mi vida social con sacar unas notas estupendas, puntuaciones altas y demostrando que soy eficaz cuando quiero. Que mi vida también tiene chismorreos, con sus "Jope tía yo de ti le habría dicho que sí" y sus "¿que tú todavía no has...?" y sus paranoias adolescentes, venas rebeldes y cambios de estado de ánimo imprevisibles.Llaman a esto una fase de experimentar, "sí, ya lo verás, esto nos ha pasado a todos". Bien, como ya todo el mundo sabe de lo que hablo, entenderá que me aburro a mí misma.

Es curioso, soy mentalmente activa, pienso constantemente en teorías absurdas que se esfuman a los diez segundos o puedo pasar semanas dándole vueltas a conceptos que me interesan pero aún así, no estoy satisfecha, ya no por un vacío, sino por una solución. Me falta el resultado de este proceso de experimentación, que quizás no haya acabado, pero tengo la sensación de que sí lo ha hecho y que puedo avanzar de otra forma.

Avanzar, no tropezar con 15 años.

No soy capaz de cambiar mi mundo cada mañana y , joder, cómo me gustaría.

No hay comentarios: