Cosas que pasan

¿No te da miedo contradecirte? A veces tengo tantas cosas en mente que se me escapan de las manos y voy a trompicones, como en el pasillo del instituto, perdiendo los papeles, las ideas y los razonamientos. Sin embargo, el personaje masculino principal no aparece para ayudarme con una sonrisa y dejar su número de teléfono entre mis teorías desordenadas. Algo tenía que cambiar.
Muchas veces callo porque otras tantas he hablado sin pensar. Llego a casa, cuelgo el abrigo, me quedo básicamente empanada y pienso, ¿qué estupidez más grande has dicho? y lo mejor de todo es, ¿ por qué no me la han rebatido?. Sientes cómo era evidente que debían haberte cerrado la boca con un buen par de férreas sentencias. A veces lo hacen, y como te quedas descolocada después de lo que tú habrías calificado como una intervención de lo más ingeniosa, prefieres no escuchar con anteción lo que te han dicho, sino callarte el dolor, porque escuece. No quieres interpretar, pero ya está dentro de tu cabeza, se enciende el cartel luminoso de " Dios santo, tiene razón". Lo peor es cuando éste ilumina otro todavía más grande que parpadea " Estabas equivocada". Parece que el circuito que debería iluminar esta última frase se ha averiado, o simplemente que tu mente te ha concedido un respiro porque sabe lo mucho que duelen ciertos derechados espontáneos. Ya sabes, lo expones, lo acompañas de gestos adecuados, un tono de voz convincente e, incluso, cuentas alguna experiencia personal o aportas un dato que concrete y respalde , de una manera u otra, tu argumentación.


Y bien, tu interlocutor, casi al instante suelta una breve frase (generalmente suele ser así, los hay quiénes te dejan agonizando después de una parrafa de lo más elocuente, y ya cuando estás en el suelo aprovechan para rematarte citando a autores célebres y obras clásicas, malditos) que, en pocas palabras y nunca mejor dicho, aniquila todo lo que has dicho anteriormente. Lo estrangula, le prende fuego, lo tira por un puente, lo mutila. En silencio, le miras y piensas qué hacer. Reconocer que eres imbécil perdida es una opción, pero es bastante desagradable. Aunque no lo parezca, todos hacemos uso del suavizador "hombre, si lo miras así" y cía, como "eso es desde el punto de vista muy subjetivo", "la verdad es que el tema es bastante ambiguo". Con esto, te das tiempo mientras te recolocas la coraza. Venga, venga, dónde está el maldito sirviente cuando se le necesita, necesito que me forjen una espada nueva.
Pero algo más apocalíptico, si cabe, es aquello de "Pero si antes has afirmado que... y ahora dices esto...te estás contradiciendo" o peor aún, " si cuando hemos hablado de tal has mencionado que cual y ahora te inclinas por mirarlo así, en el fondo, me estás dando la razón, sólo que lo dices con otras palabras". Dios mío. Muerte.Te atraviesan con un frío cuchillo una y otra vez. No, por qué a mí, por qué. Yo que estaba tan convencida, yo que quería lucirme y parecía la ocasión perfecta para poder demostrar mis arduos conocimientos, por qué has tenido que decir nada.
Es lo que tiene la soberbia, que nos carcome a todos un poco. Se lucha contra ello, y de hecho, aunque después de todo esto cueste creerlo, a mí me gusta escuchar. Lo que pasa es que a veces, el ego se pavonea y nos ciega.
Mea culpa.

No hay comentarios: