Esperando la Odisea

Para qué engañarte. Nunca se me dio bien el papel de Marla. Soy otra persona, otra persona más que trata de resolver sus contratiempos y encajarlos como puede. Me levanto, despliego el plano: a las ocho y media en clase, a las diez Sociedad, a las 12 en casa.Lo vuelvo a plegar cuidadosamente y lo coloco en el tubo.
Flop, se desliza suavemente creando una pequeña vibración que se instala en mis oídos. Flop, imito, y chasqueo la lengua.
Trato de mirarme al espejo y no encuentro nada más que una cáscara. Proyecto mi mirada en mi propia mirada y sé que no detecto nada, al menos, en este espejo, soy incapaz de verme reflejada. Ni siquiera alargando la mano, emulando un contacto directo con el otro yo que espera con avidez que deposite mi mirada en su interior turbulento.No me malinterpretes, no hablo de una oscuridad que conduce a la nada.Soy, aunque esto no pueda revelártelo un reflejo, un cúmulo de cosas a medio hacer, de diamantes incrustados, otros pulidos, otros a medio hacer.Algunas de estas piedras serán preciosas, otras no, al igual que el fulgor de unas cuantas puede cegarte obligándote a parpadear. Si lo haces, quizás puedas fijar tu mirada otra vez en mi interior, pues no existe gravedad alguna que adhiera estos talismaes a las paredes de mi cuerpo. Flotan y naufragan en un cielo hipnótico que podría describirse más bien como humo, que aunque sumergas la mano en él, no se disipa ni se materializa. Es una vaga realidad en la que las estrellas no son más que pedacitos de tiempos y espacios alterados, cristales de ayeres soldados con expectativas actuales, brillos intensivos que proporcionan el calor que hasta el mismísimo sol puede brindarnos cada mañana.Aunque vea todo esto en mi cabeza, sé que está compuesto por materia puramente onírica, es más ilusión que yo fabrico para poder quitarme la máscara y no sumergirme en algo parecido al vacío más esencial.



Parpadeo, y unos ojos de un color muy común me devuelven la mirada, sin esperar nada a cambio, sin querer profanar mi cuerpo y desvalijarlo, burlando las leyes de la física y, por qué no, el ámbito de lo racional. No desafía a nadie, no busca una complicidad sumergida entre el cristal y mi cuerpo.Son unos ojos, que conforman mi cuerpo y permiten ver y a veces,con el material que obtengo de esas visiones puedo incluso intepretar gestos y acciones que para otros son inescrutables. A veces me pregunto si es que sólo escojo aquello en lo que quiero indagar, si eligo cuándo,dónde y el qué violar y extirpar. Asalto, tal vez, a la intimidad. Quién sabe si mis fórmulas son erróneas, cuanto veo y cuanto siento es lo que sé. Eso sí, también yo me encuentro perdida entre callejones y buceando en páginas en blanco, pues no siempre alcanzo la empatía suficiente, no siempre la puerta está abierta. En ocasiones, incluso, no hay puerta. Y con mis puños desnudos golpeo los ladrillos tras los que se encierran percepciones profundas. Seguramente grite, y aún así no me oigo.Hasta que sangro y dejo de insistir, no sin antes maldecir, me abrocho la chaqueta, me envuelvo en mi bufanda y me largo. No siempre una es bienvenida.
No tengo un don.Es un ligero instinto que he desarrollado, a veces duerme, como tantos otros, pero en ocasiones permanece activo y busca impaciente, nuevas sensaciones,pensamientos recién moldeados que todavía se hallan perdidos.Vuelvo a pestañear, pero esta vez mi reflejo me sonríe.Y ya sé que mis diamantes son fruto de una ilusión, no soy más que carne y huesos, no soy más que todo ello enfundado en un escudo etéreo que proyecta mi mente.Y qué, me digo. Aunque haya gente que trate de visitarme y no encuentre la puerta, posarán su mirada en esta cáscara que ahora, burlona, esboza un sonrisa ladeada. Quizá no encuentren nada, quizá sólo eso sacie su curiosidad.Pero confío en que hay personas que se perderán entre mis pupilas, tratarán de ahogarse en mi humo, buscarán la manera de encerrar el fulgor de mis diamantes imaginarios.Y sólo con pensarlo, tiemblo. Pues no hay nada más bonito que poder compartir tu propio cielo.

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