Chacharachá

Leí en una especie de test, hace bien poco, una pregunta que me hizo mucha gracia. Y es que es inevitable que cuando estás descubriendo las respuestas de tu amigo, conocido, o quién demonios sea el que ha perdido su valioso tiempo dando explicaciones ( o a la mayoría de las veces sólo intenta tomarte el pelo) no te preguntes a ti misma qué habrías contestado. Pues bien, una vez confesado este hecho, me centraré en la susodicha. No recuerdo con mucha precisión ( para variar), pero la esencia de la cuestión era básicamente si te considerabas más bien gracioso y superficial o serio y profundo. Por si a alguien le interesa, el sujeto contestó que cree en un equilibrio, pero que si tuviera que decantarse por uno de los dos el perfil que más encajaría con él sería el de superficial y gracioso. Ejem, ahora me toca a mí.
Paloma va a partir desde sus inicios, quiero decir, desde que tiene consciencia de haber adquirido una personalidad. Vamos, cogeré los primeros retales de lo que empezó a ser la estructura en la que se enroscaría mi hiedra. Al principio, y en un alarde por demostrarle al mundo que yo soy yo y el valor de la individualidad, confié en ser una persona reflexiva, distante y "sensata".Puntualicemos. Esta decisión conduce, fatídicamente aunque se ve venir a leguas, a abrir la puerta con el coche en marcha y tirar de una patada a la modestia. Sí, pero luego también conlleva pisotearla con las ruedas del coche varias veces antes de seguir tu camino. Bien, no hace falta que lo mencione pero lo haré. También implica ser egoísta, soberbia, imprudente,intransigente y otros adjetivos que podrían definir con mucha exactitud lo rematadamente subnormal que fui. Oiga, que hablo de mi caso, ni se lo tome a broma, ni se dé por aludido, venga hombre, hasta ahí podíamos llegar.



En la foto, mi pobre y queridísimo colega Santi atormentado por alguno de mis comentarios ingeniosos. Es una foto fantástica, no puedo estar jartándome más a gusto y él no puede estar pensando con más fuerza que soy lo peor.

Como decía, el principio de la historia cuya conclusión será la respuesta de la maldita pregunta, será el inicio, el génesis (Ummm, lo que daría por poder introducir en mi vida una Carta a los Corintios) del hazmerreír que está escribiendo esto, está edificado sobre arenas movedizas, sentimientos de prepotencia y aires de superioridad infundada. Pues bien, mamá, crecí y crecí, y desplegué mis pétalos para poder disfrutar mejor del calor del sol.
Con el paso del tiempo, cogí un poco de sentido del humor, hallé en la risa un consuelo y una vía para estrechar lazos, así que comencé a esgrimir mis peores chistes para poder relacionarme con el resto de la humanidad. Así fue como aterrizamos a la actualidad, donde más bien soy humo(r) que otra cosa. De este modo, me desprendí de muchas máscaras, muchos gestos de rebeldía y me escudé en lo que absorbí de libros que me fascinaron, de películas que me hipnotizaron y de pensamientos ajenos y personales que me envolvieron. Aquí es cuando las dos manos se cruzan para poner el nudo final al lazo y, voilà, Paloma está lista.
Creo (y eso ya es mucho decir) que conservo parte de las reflexiones que he desarrollado durante este periodo de identificación, en la transformación en una persona y no una fémina hormonada.Lo más curioso es que sigo encontrando muy placentero los dos lados de la acera, así que, aunque haya peligro porque un coche me pueda arrollar, me gusta pasear por la calzada y a ver qué pasa. Cuando la situación lo requiere, cojo aire y me las doy de interesante. Sí, así, entrecerrando los ojos, quizá levantando la cabeza y haciendo como que ordeno mis pensamientos, reestructuro todos mis caóticos archivos y configuro, de una manera muy eficaz, un discurso mínimamente decente. Otras, me delato. Digo dos chistes tontos y me revuelco por el suelo, como si tuviera tres años, muerta de risa, muerta de verdad, con este estridente y horrible sonido que emito cuando el chiste es tan sumamente malo que me hace entrar en pleno éxtasis.Y es así como se puede compartir conmigo una tarde de paseo tranquilo, con un café de leche bien calentito e intercambio ideas, opiniones y alguna que otra frase lapidaria de las que me gusta decir. Sí, cuando piensas, "mèrde, debería haberme mordido la lengua, suena demasiado peliculero" y bajas la cabeza, y te hundes entre el azúcar, remueves enérgicamente el café para crear una espiral a la desesperada que te conduzca a un estado hipnótico y al menos así, consiga evadirte. A veces puedo resultar de lo más empalagosa y repugnante, repelente y gilipollas.
En cambio, cuando me pillas de buen humor, coqueta o, por qué no, tontorrona, dejo escapar alguna sonrisita burlona, me pongo un poco borde, desplego un poco (pero sólo un poco, no vaya a ser que me emocione demasiado y todo el trabajo se vaya al traste) mi ingenio y trato de hacer reír a mi interlocutor.
Es así como creo que sí he encontrado un equilibrio entre las dos caras. Aunque mucho me temo que es verdad que no siempre me toman en serio cuando quiero que lo hagan, pero a veces lo hacen cuando tan sólo intento juguetear.
Con todo esto creo que doy por contestada la cuestión.
Menos mal que tenía baja la autoestima, ¡menos mal!

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